La ruta de la heroína en Arroyo del Fresno: «Van a las narcochabolas como zombis y se drogan en las paradas del autobús»

La Policía incrementa su presencia en este barrio acomodado del norte de Madrid por el trapicheo

«Dos infraviviendas son foco de yonquis, con niños viviendo entre heroína»

Distintos toxicómanos, en plenas calles de las zonas de Pitis y Arroyo del Fresno

Distintos toxicómanos, en plenas calles de las zonas de Pitis y Arroyo del Fresno // ABC

CARLOS HIDALGO

Madrid

05/06/2023
Actualizado 06/06/2023 a las 09:57h.

La frontera entre la gran ciudad, la acomodada, y el lumpen tiene apenas 100 metros de distancia en Arroyo del Fresno. Esta relativamente nueva zona del distrito de Fuencarral-El Pardo, entre el antiguo poblado de Pitis y a tiro de piedra de Mirasierra, padece desde hace años lo que es vivir en la bisagra de un descampado. Sin embargo, sus vecinos se quejan ahora de que existe un foco de venta de drogas que, aunque es pequeño, les está causando un perjuicio desde varios frentes: tanto a nivel de seguridad por el continuo trasiego de toxicómanos y los robos que están sufriendo, a problemas medioambientales, incendios de basura y un ruido insoportable de madrugada. Piden al ayuntamiento que desmantele las dos infraviviendas donde se pergeña todo. Y a los responsables de seguridad, que atajen el asunto.

Fuentes de la Jefatura Superior de Policía de Madrid aseguran que hay, desde que empezó el problema, un refuerzo de patrullas por la zona, sobre todo, de manera preventiva y constante, protagonizado por el Grupo Operativo de Respuesta, de Seguridad Ciudadana (GOR). Además, se están levantando actas a los toxicómanos que acuden al pequeño asentamiento.

Uno de los puntos de inflexión, comenta un portavoz de la Asociación de Vecinos de Arroyo del Fresno, es el atraco, reciente, a Silvia, una vecina. Llegó a eso de las cuatro de la tarde de pasar el fin de semana fuera de casa y, cuando estaba descargando el maletero, se le acercó un drogodependiente y la amenazó con clavarle una jeringuilla. Se llevó, según explican en el barrio, todo lo que tenía de valor en el portamaletas. Desde la comisaría de Fuencarral-El Pardo afirman que no tienen constancia de ningún robo con intimidación con jeringuilla. Sí que se han puesto en contacto con la presunta víctima, «pero no se ha presentado a declarar».

En 1999, se levantaban los poblados de La Quinta y Pitis. El ayuntamiento los desalojó y gente que no tenía opción al realojo se trasladó a esa zona. En la actualidad, hay dos clanes españoles, con sus correspondientes niños. Y ante los que no tienen empacho en ponerse a vender droga. Por supuesto, también en horario escolar.

A sólo 100 metros de distancia

Cuando los 5.000 nuevos residentes abonaron entre 600.000 y 800.000 euros por piso de semilujo y hasta 1,2 millones por chalé, sabían que tenían de ‘vecino’ un descampado. Pero, siete años después, no esperaban que desde la estación de la calle de Gloria Fuertes con Federica Montseny comenzaran a salir drogodependientes que están en las últimas: «Van directos a las narcochabolas». Hasta cierto punto, el camino que siguen es obvio: salen de la estación o de la de Pitis y caminan apenas 100 metros hasta llegar a un túnel sin luz por el que se sube a la loma donde están los clanes.

La presencia de ABC allí no es grata para los traficantes. En el solar, recibe un BMW oscuro, prácticamente limpio, con el maletero abierto de par en par y un golpe sospechoso en el frontal derecho. Detrás, con las Cinco Torres del distrito financiero de Madrid, las maltrechas casas rompen el cielo de la zona norte. Allí, tres coches más, panza arriba, a los que les han quitado los motores, los catalizadores y las llantas antes de meterles fuego.

Un turismo entra en el túnel que conduce desde las viviendas a las chabolas, el pasado jueves

Un turismo entra en el túnel que conduce desde las viviendas a las chabolas, el pasado jueves
JOSÉ RAMÓN LADRA

«Las vecinas que se encuentran en el ascensor de la estación a estas personas fumando heroína. Amenazan al taquillero para que les deje pasar, y saltan por una valla que hay. El paso de toxicómanos es continuo, sobre todo a cierta hora de la mañana o de la tarde», añade el portavoz. Aseguran en el barrio que la zona no es urbanizable y que Desarrollo Urbano tiene varios expedientes abiertos; «pero, al haber menores que realojar, el proceso se complica». Trabas tiene también la Policía para poder desmantelar los puntos de venta de droga. Las chabolas están consideradas viviendas y necesitan una orden judicial (como en la Cañada Real, por ejemplo), para hacer una entrada y registro.

«Hay adolescentes que regresan del instituto a los que han atracado y robado el móvil. También a personas que trabajan en el servicio doméstico. Y se ven coches con los cristales rotos y han entrado en trasteros a robar bicicletas, por ejemplo», se queja otro residente. El 14 de junio se reunirán con el comisario.

En primer término, las dos narcochabolas, con las Cinco Torres de fondo

En primer término, las dos narcochabolas, con las Cinco Torres de fondo
JOSÉ RAMÓN LADRA

Valentín, ingeniero aeronáutico, enfatiza que tienen «problemas de ruidos»: «Hacen fiestas con música, con flamenco, y las personas que en verano dejan las ventanas abiertas no pueden dormir. La Policía va, pero cuando se marchan sigue el jaleo. Hemos presentado numerosas quejas en el ayuntamiento. Y también hay un montón de basura en la colina, con muchos electrodomésticos y pilas. Son cancerígenos y recuperar un terreno contaminado puede tardar siglos».

«Es la ley de la selva»

Otro afectado es Luis, ingeniero de Telecomunicaciones: «De hace tres años para acá empezó a haber muchos incendios por la zona, como diez al año, porque esas chabolas generan muchísima suciedad y la solución para ello es quemarla». E ilustra así el asunto del ruido: «Con Shazam [una aplicación que es capaz de reconocer una canción al escucharla, con su título e intérprete] puedes detectar desde casa qué música ponen».

«En el día a día, te los cruzan, van como zombis. Se drogan en las paradas de autobús o en los vestíbulos del metro. Hay menores que a las 11 de la mañana están por ahí gritando, tirando piedras y quemando cosas. Te da rabia que cada vez está cogiendo más volumen este problema. Es la ley de la selva. El tema de la droga es cuando ya hemos explotado».

Otra vecina cree «irónico» que siendo un asentamiento «tan pequeño» dé tantos dolores de cabeza: «Hay robos en supermercados, han intentado entrar en alguna farmacia. Se sientan en el poyete de una guardería a drogarse». Para Joana, también del barrio, «Los que venden hacen lo que les da la gana, de manera impune». Cuando viene la Policía, asegura, «mandan a sus niños a que les avisen»: «No pueden tener a los críos viviendo entre droga y sin escolarizar, hay que proteger a la infancia».